Traducido por Margarita Martínez-Osorio y escrito por Beatriz Lima Ribeiro, miembros del Jardín Curativo.
En 2020, la Universidad de Indiana (IU) celebró su bicentenario. A lo largo de estos dos siglos, el paisaje y el espacio de Bloomington se han visto transformados radicalmente como efecto de la expansión de la universidad. Barrios, calles y avenidas han aparecido allí donde otros espacios se han difuminado. Los edificios con forma de castillo hechos de la piedra caliza tan característica de la arquitectura de Indiana nos dan la ilusión de que estamos en un muy bien organizado parque de diversiones. Todo tiene su lugar, todo está bajo control y todo parece predecible. Pero, como todo castillo, la Universidad también ha construido sus propios fuertes que la protegen de toda influencia externa.
Estos fuertes son tanto metafóricos como literales. Metafóricos porque la universidad se posiciona como la fuente de donde emana el “conocimiento” reconocido oficialmente como tal, lo que lleva a que otras perspectivas y formas de relacionarse con el mundo sean excluidas de su horizonte, construyendo así fuertes alrededor de lo que significa “conocer”. Los fuertes también son literales porque la universidad se ha convertido en una fuente significativa de gentrificación, desplazando comunidades y paisajes con el fin de expandir sus castillos y su presencia.
Como parte de un proceso constante de reflexión y acción, el Jardín Curativo ha planteado como uno de sus objetivos centrales el servir como un puente entre el espacio de la universidad y las comunidades que viven en Bloomington y que no necesariamente están atadas a IU. Al ser estudiantes de la universidad, quienes trabajamos en el proyecto del Jardín también hacemos parte de la comunidad local más amplia. También somos, en su mayoría, personas de color y/o estudiantes internacionales que no vamos a permanecer en Bloomington por mucho tiempo. Venimos aquí a estudiar, creamos una vida alrededor de la Universidad, y luego nos vamos. En el marco de esa inestabilidad, el proyecto del Jardín Curativo busca crear conexiones y espacios que sirvan a las personas que se quedan; esas personas y comunidades que llevan su vida en Bloomington, y que pueden experimentar anhelos, nostalgias o alegrías al involucrarse con nuestro proyecto.
¿Quiénes son esas comunidades? ¿Cómo entender la experiencia de las comunidades no encajan dentro de los patrones demográficos generales de Indiana? Indiana es un estado tradicionalmente conocido por su homogeneidad racial; cerca del 80% de su población se identifica como blanca. Con esas preguntas y datos en mente, el proyecto del Jardín Curativo busca crear eventos en los que las comunidades latinas de Bloomington puedan involucrarse activamente, incluso sin tener relación alguna con la universidad. La idea es crear espacios de juntanza en los que podamos poner en común conocimientos e historias sobre plantas y comida, y sobre la diversidad de las poblaciones latinas de la ciudad.
Este proyecto fue el resultado de un proceso más amplio que comenzó durante el verano de 2021, en el que los organizadores del Jardín Curativo comenzamos a construir redes de cooperación con El Centro Comunal Latino, la Asociación de Estudiantes Colombianos en IU y el programa radial “Hola Bloomington”. Margarita, por ejemplo, describe cómo fue el proceso de cooperación con Hola Bloomington:
“Fuimos a los barrios latinos en Bloomington a compartir información sobre nuestro proyecto y a regalar algunas plantitas que fueran significativas para los latinoamericanos, como el epazote y el chipilín. A la gente que nos abría la puerta y que mostraba algún interés en nuestro proyecto, le pedíamos que respondiera unas preguntas sobre qué tipo de actividades les gustaría tener en el jardín o cómo les gustaría involucrarse con el proyecto. Después de eso, establecimos contacto con El Centro Comunal Latino y participamos como voluntarios en algunas de sus actividades. Allí, mientras hacíamos trabajo voluntario, le contábamos a la gente sobre nuestro proyecto y les regalábamos uno de los grabados hechos por Francisco”.
Al comienzo, como se trataba de un proyecto nuevo, no estábamos seguros(as) de cuántas personas o quiénes vendrían al Jardín. No sabíamos si iban a aparecer familias ni si iban a querer pasar su tarde de domingo en nuestro espacio. Cuando Margarita comenzó a acercarse a las comunidades latinas de la ciudad, varias personas le decían que lo que más apreciarían de un espacio como el Jardín sería la posibilidad de relajarse y bajar el ritmo de trabajo después de una semana ocupada. Esta respuesta provino de una encuesta que les pedíamos llenar a las personas que nos abrían la puerta de su casa y que nos permitían contarles de nuestro proyecto. En palabras de Margarita:
“Le pedíamos a la gente que abría la puerta de su casa y que mostraba algún interés en el proyecto que respondiera unas preguntas sobre el tipo de eventos o actividades que les gustaría llevar a cabo en el Jardín”.
En particular, Margarita hace énfasis en la importancia de la construcción colectiva de comunidad que surgió mientras conocíamos nuevas personas y grupos interesados en nuestro proyecto:
“Creo que el principio que ha guiado nuestra actividad durante los últimos meses ha sido el del servicio (...) Más que promover nuestro proyecto, nuestro objetivo ha sido ponernos al servicio de las necesidades del Centro Comunal y ofrecer al Jardín como un espacio de encuentro comunitario, de generosidad y de compartir historias y experiencias”.
Por su parte, Liliana, artista y estudiante de posgrado en IU, también formó parte de la organización y planeación del evento y nos compartió sus reflexiones para la elaboración de este blog:
“Creo que eventos como estos son importantes y significativos para esta comunidad, en particular porque hay una separación entre la Universidad y el resto de la comunidad de Bloomington. Por esto, construir puentes entre estas dos comunidades significa aportar a la comunidad en general y abrir canales para que las personas expresen sus propios conocimientos ancestrales. Ese tipo de conocimiento que obtenemos de nuestros padres y madres”.
Durante el evento Latinx, una de las actividades involucró el contar historias a través de una figura humana dibujada en una gran cartulina. La gente que iba llegando al Jardín se acercaba al dibujo del cuerpo humano y pintaba plantas relacionadas con la sanación del cuerpo. El resultado fue un bello y colorido dibujo que consagró los conocimientos de las personas que se acercaban a participar en la actividad.
La gente también disfrutó del espacio del Jardín identificando algunas de las plantas allí presentes, así como probando y percibiendo sus diferentes sabores y olores. Algunas personas tenían más experiencia con plantas que otras, pero todas tenían una historia para contar. Keitlyn recuerda el evento de esa manera, como un espacio que permitió disfrutar de las plantas y la naturaleza, así como escuchar y compartir las historias de la gente:
“La gente se emocionaba con ciertos ingredientes, en especial cuando se acercaban a olerlos o a probarlos. Algunas personas sabían sobre plantas y nos contaban historias sobre cómo las cultivaban o cuidaban. También había personas que no sabían realmente sobre plantas, pero les gustaba cómo el jardín les recordaba algo que alguien en su familia hace, o evocaban a alguna tía que tiene un patio lleno de flores y plantas. En general, fue muy satisfactorio escuchar las historias de la gente y sentir que las personas se divertían compartiendo parte de quienes son con nosotros y con quienes tuvieran curiosidad, así que de nuestra parte solo teníamos que estar dispuestos a escuchar”.
De cierta manera, el evento permitió conectar diferentes proyectos y experiencias con el objetivo común de crear comunidad y nuevas relaciones con Bloomington, entendido como un espacio más allá de los confines de la Universidad. Para Margarita, el trabajo en el Jardín fue también una forma de canalizar sus preocupaciones sobre la situación política de su país, Colombia, y poder conectar las historias de resiliencia de diferentes geografías:
“Aunque no podemos solucionar todos los problemas estructurales de desigualdad y violencia de las comunidades Latinas en Bloomington, sí podemos ofrecer un espacio para compartir, valorar y atesorar las historias y experiencias de las personas. Un espacio para conocer a otros miembros de la comunidad y para conectar con nuestros lugares de origen a través de las plantas. Haber trabajado en colaboración con la Asociación de Estudiantes Colombianos de la Universidad de Indiana fue también muy significativo para mí, pues me permitió sanar y conectar con los valores de solidaridad y comunidad en medio del estrés por la situación política en Colombia”.
La memoria y la relación con la nostalgia también son parte de la relación dinámica y dialéctica del proceso de crear comunidad. Influimos en las personas al proveerles de momentos y espacios comunitarios en el Jardín al mismo tiempo que nuestro trabajo se ve necesariamente afectado y transformado por las personas que nos visitan. La comunidad tiene la capacidad de promover procesos de sanación, al igual que de crear espacios de reflexión compuestos por muchas capas. Keitlyn también nos comparte sus sentimientos de conexión en este tipo de eventos al recordar a su familia en México:
“Para mí, el evento Latinx se trató de divertirse y de pasar un buen rato, y me gustó mucho ver a personas que me recordaron a mi familia y a mi comunidad en México. También, me gustó hablar con gente que, como yo, siente nostalgia por su hogar o que simplemente está tratando de encajar en Bloomington. Hay muchas historias tan diferentes y simplemente es muy emocionante hablar con las personas”.
Liliana también describe los diferentes tipos de conexiones que ella percibió durante el evento y los divide en tres categorías principales: conexiones materiales o tangibles, conexiones intangibles o espirituales y conexiones interpersonales:
“Por lo que pude ver, las conexiones fueron físicas a través de las texturas y los olores; memoria visual. Conexión con lo material y con los sentidos. Una conexión física y tangible. Pero también vi una conexión con las historias personales, que podemos llamarla intangible, espiritual y probablemente emocional a través de las plantas. Y probablemente también había conexiones interpersonales cuando nos dábamos cuenta de las cosas que tenemos en común. Compartir historias y llegar a conclusiones similares o diferentes acerca de las plantas, por ejemplo”.
Cuando estamos lejos de casa, contar con un espacio para juntarnos y compartir experiencias familiares con las otras personas suele traernos nostalgia, pero también nos conecta con nuestras raíces. Esta nostalgia, como lo explica Liliana, viene de “las recetas que mi mamá cocina, nostalgia alrededor de las plantas y de los momentos que hemos compartido con ellas”.
En este sentido, la inspiración de poner en marcha un proyecto como el evento Latinx en el Jardín no tuvo el objetivo de tener un producto final específico. En palabras de Keiltyn,
“Se trataba de conectar a las personas así fuera solo por una tarde, y de darles el espacio para conectar con ellos y ellas mismas y con otros miembros de la comunidad”.
Bienvenidos!
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